jueves, 1 de enero de 2009

CALERA

- CALERA DE CABEZUELA -

Calera es el “horno donde se calcina la piedra caliza” (1) para la elaboración de cal.
La cal es uno de los principales aglomerantes empleados en la construcción desde la antigüedad hasta la aparición del cemento Portland a principios del Siglo XIX. Además la cal se empleaba en las tenerías para el pelado de los cueros, como lechada para enjalbegar o blanquear las casas y como desinfectante.

La cal se obtiene por la descomposición por calor de las piedras calizas. En la calcinación de la piedra caliza, formada principalmente por carbonato cálcico, se descompone anhídrido carbónico, que al ser gaseoso se desprende junto a los humos de combustión y óxido de calcio o cal viva (2)

Las caleras son hornos de tipo intermitente. Algunos se encuentran construidos en terraplenes, como los representados en Los Veintiún Libros de los Ingenios y Máquinas y otros en lugar llano.
Los primeros están excavados en el terreno y por lo general sólo presentan un muro en el lado de la boca. De éste tipo los encontramos en el pueblo de Fuentes.
Los construidos en el llano son de planta circular, tanto en su interior como en el exterior y de una sola cámara.
La cámara recibe los nombres de: hogar a la parte inferior, vientre a la zona intermedia y de carga y chimenea o tragante a la parte superior por donde salen los humos.
El horno esta construido con “tamizo” que son bloques de arcilla extraídos de una cantera cercana y revocado con mortero de barro y paja. Tiene una sola boca rematada en arco de poco más de un metro de alta. El interior del horno es cilíndrico y su muro presenta un ligero abombamiento en el paramento exterior a modo de talud. En el suelo del hogar se encuentra la hoya, que es una cavidad de unos treinta centímetros de profundidad y un diámetro de unos dos metros y medio que tiene como finalidad que las piedras más cercanas al fuego no se ensucien con la ceniza. En el exterior el horno está rodeado de tierra, a modo de túmulo, sujeta por un muro de contención de mampostería de cal y canto de un metro de altura aproximadamente. Estas tierras, sin duda, hacen de aislante para evitar perdidas de calor, como elemento estabilizador en la construcción y como barrera para que no se pueda extender el fuego. La boca del horno está protegida por una lonja de planta trapezoidal y cubierta a dos aguas. La base menor del trapecio lo forma el propio horno, la mayor está totalmente abierta y los laterales por dos muros de mampostería de cal y canto. La cubierta, que deja un espacio sin cubrir encima de la boca del horno, tiene el caballete horizontal y por tanto aleros inclinados y su estructura es de madera y teja segoviana.

La piedra caliza procedía de las laderas del Burguillo y se extraía con pico y barra, transportándose hasta los hornos en carretas tiradas por machos. Un horno hacía unas quince carretas aproximadamente por cocción.

Al encañar el horno lo primero que se hacía era el hogar, labor que requería mucho oficio y entrañaba cierto peligro al hacer la bóveda.
Para hacer la bóveda se empezaba construyendo un muro perimetral adosado a las paredes del horno de unos 40 centímetros de grosor y una altura hasta la cintura. Este muro llamado poyo servía como arranque de la cúpula y para sujetar el andamio necesario para construirla. La cúpula se resuelve por aproximación de hiladas. Según se gana en altura se va cerrando hasta acabar en una sola piedra llamada llave. La altura del suelo hasta la llave era de unos 2,5 metros. Terminaba la bóveda se rellenaba el horno con piedra más menuda hasta enrasar con la coronación.

La cocción duraba tres días con sus noches y como combustible se usaba la leña del pinar: barrojos, tocones, etc. En los dos primeros días se empleaban preferentemente los tocones, que como tardaban unas dos horas en consumirse hacían más descansado el trabajo. Concluidos estos dos primeros días se cerraba la boca del horno con piedras y barro dejando una abertura de 40 x 50 centímetros aproximadamente por donde se alimentaba al horno con barrojos del pinar. Durante la cocción eran cuatro personas al menos las que se encargaban de mantener el fuego y acarrear leña del pinar.
Cuando se iniciaba la cocción el humo era muy abundante y negro. Según se iban cociendo las piedras disminuía en cantidad y tornaba a blanco. Cuando el fuego llegaba a la parte superior, el humo prácticamente había desaparecido y las piedras presentaban una superficie uniforme y color parecido al azufre, se daba por terminada la cocción. Otra forma de saber cuando se daba por terminada la cocción era la mengua de la carga.
Concluida la cocción el horno se dejaba enfriar unos dos días. La cal obtenida era muy uniforme y solo algunas piedras de las situadas en el tragante no estaban lo suficientemente cocidas. A éstas se las llama huesos.

El propio horno servía de depósito para la cal mientras se vendía. Para evitar que la lluvia estropeara la cal se cubría la chimenea del horno con tablas.

La cal se vendía sin moler, antiguamente por medidas, ½ celemín, fanega, etc. “lo último ya se vendió por kilogramos”.
Las hornadas se hacían cuando había demanda (de Mayo a Septiembre) o si se cocía un horno se ofrecía a los albañiles de la zona (Navafría, Pedraza, Cantalejo, Sepúlveda, Fuentesoto y Aranda entre otros) Los dos últimos años se lo llevaba un mayorista de Aranda que lo comercializaba. En invierno, que se conservaba bien la cal, se hacía un horno ocasionalmente para irlo vendiendo poco a poco.

D. Apolinar García Sanz, “calero” al igual que su padre, abuelo, bisabuelo y tatarabuelo, nos comenta que una semana antes de las fiestas de algún pueblo llevaba la carreta cargada con piedras de cal para que la gente las comprara para blanquear las casas y así engalanarlas.

Las primitivas caleras de Cabezuela estaban junto a la iglesia y a finales de los años cincuenta se tuvieron que trasladar a las afueras del pueblo. De las tres caleras que había en el pueblo hoy sólo queda una.
El oficio de calero se tenía que ayudar con la agricultura.

La calera de Cabezuela coció por ultima vez hace 26 años.

Jorge Miguel Soler Valencia

NOTAS:

1- DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Real Academia Española.
2- MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN, F. Orus, EDITORIAL DOSAT, S.A - 1974.

Informante: D. Apolinar García Sanz